El Sacramento de la Penitencia y la Reconciliación es una rica fuente de gracia. También conocida como confesión, fue instituida por Jesucristo para ofrecernos perdón por las ofensas cometidas contra Dios. Cada vez que pecamos, nos lastimamos a nosotros mismos, a otras personas y a Dios. En el sacramento de la reconciliación, reconocemos nuestros pecados ante Dios y su iglesia. Expresamos nuestro dolor de manera significativa, recibimos el perdón de Cristo y su iglesia, reparamos por lo que hemos hecho y decidimos hacerlo mejor en el futuro. La Santa Cena involucra cinco elementos:
Lamentamos sinceramente haber ofendido a Dios y tenemos la firme resolución de no repetir nuestros pecados.
Hablamos de nuestros pecados en voz alta con un sacerdote.
El sacerdote prescribe un acto de penitencia como parte de nuestra curación.
Ofrecemos una oración en la que expresamos a Dios nuestro dolor por el pecado (ver ejemplo en el interior).
El sacerdote pronuncia las palabras con las que “Dios, Padre de las misericordias” reconcilia consigo mismo al pecador por los méritos de la cruz.